La victoria de Bolsonaro fue aplastante y muy superior a lo que vaticinaban las encuestas, pero los cuatro puntos porcentuales que le faltaron postergarán la definición, que, de acuerdo a los sondeos, pudiera no ser tan fácil como la primera vuelta celebrada hoy.
Todas las encuestas publicadas hasta este sábado decían que en caso de una segunda vuelta, Bolsonaro y Haddad estarían empatados en torno a un 45 % de los votos, aunque los resultados de hoy presionan al candidato del Partido de los Trabajadores (PT).
Si fuera el caso, se mantendría entonces el clima polarizado que ha primado en la campaña para la primera vuelta, en la que el líder de la ultraderecha se ha adueñado casi por completo del campo conservador y sumado apoyo de las influyentes iglesias evangélicas.
Bolsonaro, un capitán de la reserva del Ejército, tocó diana hoy temprano en su casa y fue el primer candidato en dirigirse a votar, en su primera aparición en público desde que el 6 de septiembre fue acuchillado durante un mitin, lo que le causó graves heridas que lo mantuvieron hospitalizado durante tres semanas.
«Creo que no habrá segunda vuelta. Estoy con mucha fe y esperanza y trabajé mucho para eso», declaró el candidato, un nostálgico de la dictadura militar (1964-1985) conocido por declaraciones de tinte machista, racista, homófobo y xenófobo.
Se equivocó en su primer pronóstico, pero aún así, confirmados los resultados, dijo que «no deja de ser una gran victoria» y pidió a sus seguidores que «continúen movilizados» porque Brasil «no puede dar otra vez un paso a la izquierda» ni «puede seguir flirteando con el comunismo».
También reiteró sus dudas sobre el sistema electrónico que se usa en las elecciones en Brasil, dijo que su equipo recibió «denuncias de problemas en las urnas» y hasta insinuó que ello podría haber influido en el resultado, pero no hizo mención a la posibilidad de denunciar formalmente un fraude.
«Vamos a exigir soluciones para eso», declaró, y se dijo «seguro» de que «si ese problema no hubiera ocurrido y tuviéramos confianza en el voto electrónico, ya tendríamos el nombre del nuevo presidente elegido» en la primera vuelta.
Haddad, por su parte, se ofreció para «unir a los demócratas» de Brasil» y en sus primeras declaraciones tras el cierre de las mesas se refirió de forma indirecta a una de las más polémicas promesas de Bolsonaro, que es liberar la venta y porte de armas para civiles.
«Esta elección pone muchas cosas en juego, muchas cosas en riesgo y vamos con el campo democrático con una única arma: el argumento», declaró frente a cientos de seguidores que lo aclamaban, a pesar de la enorme diferencia de votos en favor del líder ultraderechista.
Ambos candidatos dieron a entender que mañana mismo comenzarán los contactos con otras fuerzas políticas de cara a la segunda vuelta, para la cual la campaña se reanudará en la televisión el próximo fin de semana.
A pesar de la fuerte polarización en que se sumergió el país en las semanas previas a las elecciones, la jornada transcurrió con una casi total normalidad y sin incidentes mayores.
Así lo subrayó la expresidenta de Costa Rica Laura Chinchilla, jefa de la primera misión de observación de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Brasil, quien dijo que esa «normalidad» hasta «contrastó con la preocupación que existía en la campaña».
Según Chinchilla, entre los 40 observadores que la OEA ha desplegado en 13 de los 27 estados del país, no hubo «relatos de problemas que puedan llamar la atención».
Lo único que señaló como «preocupante» fue la masiva difusión de noticias falsas en las redes sociales, lo cual fue reconocido por el Tribunal Superior Electoral (TSE), que garantizó que sus técnicos combatieron ese fenómeno durante toda la jornada.
En opinión de Chinchilla, quien valoró el trabajo del TSE, «el impacto de las noticias falsas entre la población no sólo afecta a los candidatos a la Presidencia», sino que puede llegar a poner en duda hasta «la credibilidad de las elecciones».
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