El gran duque Juan falleció el pasado 23 de abril a los 98 años tras varios días hospitalizado por una infección pulmonar. En el 2000 había abdicado en favor de su hijo, el gran duque Enrique y actual jefe del Estado, tras más de tres décadas al frente del país y con un historial de condecoraciones por haber luchado contra los nazis.
La ceremonia, celebrada en la capital, arrancó con el traslado de los restos del gran duque desde en el Gran Palacio Ducal, donde se instaló la capilla ardiente por la que han pasado más de 2.500 personas, hasta la Catedral de Notre-Dame.
Saludado por veintiuna salvas de cañón y acompañado por la música de la orquesta militar luxemburguesa, el ataúd ha recorrido sobre un soporte de cañón y cubierto con la bandera del país el centro de la capital hasta la catedral, dónde se ha oficiado la misa en su honor.
A lo largo del recorrido y a la llegada al templo, cientos de ciudadanos aguardaban bajo la lluvia para despedir a un jefe de Estado que siempre gozó de la simpatía del pueblo, como recuerdan hoy los medios locales.
Han encabezado el cortejo fúnebre su hijo el gran duque Enrique y su esposa, visiblemente emocionados, así como el resto de hijos y los nietos del fallecido, algunos los cuales han pronunciado discursos en la misa a la que han acudido 1.400 personas.
Miembros de diez casas reales, el gobierno luxemburgués en pleno, diputados y otras autoridades, así como algunos ciudadanos han podido seguir en el templo lleno a reventar la ceremonia, que además se ha retransmitido en directo en pantallas en la calle y en Internet.
En representación de España ha viajado al Gran Ducado el rey Juan Carlos y la reina Sofía, quienes tras visitar la capilla ardiente han participado en la ceremonia religiosa. De riguroso negro, han llegado a pie hasta la catedral, don Juan Carlos apoyado en su bastón y doña Sofía portando un paraguas para guarecerse de la lluvia.
También han asistido la familia real de Bélgica, de la que procedía la difunta esposa del duque, la princesa Josefina Carlota, al completo, así como el Rey Harald V de Noruega y la reina Sonja, el rey Carlos XVI y la reina Silvia de Suecia y la reina Margarita II de Dinamarca.
El príncipe Alberto II de Mónaco, la princesa Beatriz de Holanda y representantes de las casas reales de Jordania, el Reino Unido y Liechtenstein, han estado también presentes en una liturgia marcada por la música de la Guardia Irlandesa, con quien el duque luchó en la guerra.
«Nuestro gran duque Juan era un hombre de caridad discreta. Su primer gran amor era la patria», ha dicho en la homilía arzobispo luxemburgués de un jefe de Estado que se caracterizó, no obstante, por su europeísmo, según recoge el diario «L'Essentiel».
Los restos del duque Juan descansan ya en la cripta familiar, que permanecerá abierta este sábado para los luxemburgueses puedan despedirse. Tras las exequias, los duques de Luxemburgo ofrecen una recepción en el palacio real.
El gran duque Enrique ha querido rendir su homenaje personal a su padre, con una carta publicada hoy en la que ha destacado su «capacidad excepcional de escucha», su «carácter positivo», su curiosidad y su sentido del humor. «Estoy convencido de que esta disposición de espíritu y esta vivacidad han sido los garantes de su longevidad», ha dicho, asegurando que su predecesor se ha marchado «con el sentimiento de una vida consumada».
1 comentario
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¿"Gran" duque? ¿Será porque fue un hombre alto? ¿Cómo de alto? ¿Más grande que un duque medio? ¿Acaso como un rey emérito, o menor que un vizconde alto? Mmmm....