Estados Unidos llegó a la madrugada de este miércoles con el control de ambas cámaras del Congreso -tanto Senado como Cámara de Representantes- todavía en el aire, después de una jornada electoral en la que el Partido Republicano, que partía como favorito, quedó por debajo de las expectativas. Tanto las encuestas como la historia estaban del lado de los conservadores, puesto que es habitual en EE.UU. que el partido de la oposición al presidente consiga grandes logros en los comicios de medio mandato, y aunque la victoria aún podría decantarse del lado republicano, en ningún caso será por un margen aplastante.
Con el escrutinio ya muy avanzado en la mayoría de estados del país y sin que se esperen grandes cambios hasta la mañana del miércoles, los republicanos se habían asegurado 186 escaños en la Cámara de Representantes y los demócratas tenían 149, ambos por debajo de la mayoría de 218 necesaria para controlar la Cámara. Con los datos de los que se dispone hasta el momento, los conservadores habrían logrado arrebatar 4 escaños a los progresistas, una cifra que les acerca al control de la Cámara pero que todavía no es suficiente.
En el caso del Senado, el escenario está todavía más abierto, puesto que ambos partidos se encuentran prácticamente empatados con 47 senadores para el Partido Demócrata y 46 para el Republicano, con 7 escaños todavía en juego, algunos de ellos en estados clave como Georgia, Nevada y Wisconsin. La decepción entre las filas republicanas por unos resultados significativamente por debajo de los esperados era ya evidente en la madrugada del miércoles, tal y como expresó el senador conservador Lindsey Graham en la cadena NBC, quien asumió que «definitivamente no habrá una ola republicana, eso está clarísimo».
Entre los demócratas, sin embargo, las sensaciones eran de alivio e incluso de optimismo, al haber conseguido mitigar una hipotética «ola roja» (el color asociado con el Partido Republicano en EE.UU.) y mantener vivas las opciones de seguir controlando tanto la Cámara de Representantes como el Senado. En un sistema presidencial como el de Estados Unidos, el Ejecutivo y el Legislativo pueden estar controlados por partidos distintos, por lo que el actual presidente, el demócrata Joe Biden, necesita que su formación mantenga el control de ambas cámaras si quiere seguir avanzando en sus objetivos políticos durante los próximos dos años de mandato.
Antes de la jornada del martes, cuando las encuestas apuntaban a una gran victoria republicana, el escenario pintaba de lo más sombrío para Biden, pero ahora, con el control de ambas cámaras todavía por decidir, el presidente aún mantiene opciones de terminar su mandato con el apoyo del Legislativo. Tras lo ocurrido en las elecciones presidenciales de 2016 y 2020, cuando los sondeos subestimaron significativamente la fuerza del Partido Republicano -en ambas ocasiones liderado por el expresidente Donald Trump-, muchos analistas temían que el fenómeno se repitiese y que la victoria conservadora fuese todavía mayor que la apuntada por las encuestas.
En esta ocasión, sin embargo, no sólo atinaron más, sino que incluso pecaron de lo contrario, sobrestimando la fuerza de los republicanos y subestimando la de los demócratas. Al margen de los sondeos, el partido que controla la Presidencia históricamente ha tendido a perder escaños en el Congreso durante las elecciones de medio término, que se celebran dos años después del inicio de un mandato presidencial. Hasta ahora, hay solo tres excepciones en las que el partido del presidente ha ganado escaños en la Cámara de Baja, que se renueva por completo en las elecciones de medio término; mientras que solo se elige un tercio del Senado.
En concreto, en 1934, el presidente demócrata Franklin D. Roosevelt aumentó la ventaja de su partido en las dos cámaras del Congreso gracias a la popularidad de su políticas del «New Deal». En 1998 con el demócrata Bill Clinton, los demócratas ganaron escaños en la Cámara Baja, aunque los republicanos mantuvieron el control del Congreso. Y, por último, en 2002, el republicano George W. Bush, con grandes niveles de popularidad tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, arrebató el Senado a los demócratas y aumentó su ventaja en la Cámara Baja, convirtiéndose en el único presidente de la historia reciente que ha conseguido cambiar de signo una de las dos cámaras del Legislativo en unas elecciones de medio término.
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