El líder norcoreano. | Reuters - KCNA

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En Corea del Norte no se andan con chiquitas en cuanto a la disidencia se refiere. En las últimas horas medios internacionales de reconocido prestigio como el británico The Guardian han relatado como el régimen de Kim Jong-Un ha ejecutado a un hombre por distribuir K-pop, el género que compatibiliza diversos estilos musicales como el pop, rap, rock o R&B, y que se incardina específicamente como la música popular de la cultura de masas contemporánea en Corea del Sur.

Sabido es que Corea del Norte no posee una industria de música popular con influencia occidental.​​​​​ De acuerdo con los últimos informes de desertores, Pyongyang mantiene la máxima beligerancia contra la música que mueve multitudes en el Sur. De este modo, el informe de 2024 sobre los derechos humanos de Corea del Norte publicado por el Ministerio de Unificación de Corea del Sur detalla la represión que se sostiene contra las importaciones culturales del considerado enemigo, desde antes del armisticio de 1953.

Según precisa el prestigioso medio británico, un norcoreano de 22 años fue ejecutado públicamente en Corea del Norte por consumir y compartir películas y música de factura surcoreana, algo que desde Seúl destacan como un intento «desesperado» de Pyongyang por frenar el incesante flujo de información y cultura externas. En conjunto el Informe 2024 sobre Derechos Humanos de Corea del Norte publicado por el Ministerio de Unificación de Corea del Sur la semana pasada recopila testimonios de 649 desertores norcoreanos.

Uno de estos desertores no identificados, originario de la provincia de Hwanghae del Sur, fue ejecutado públicamente en 2022 por escuchar 70 canciones surcoreanas, ver tres películas y distribuir medios de comunicación, infringiendo una ley norcoreana adoptada en 2020 que prohíbe las expresiones de «ideologías y culturas reaccionarias». Algunas fuentes insisten en que, además de consumir estos productos culturales, el sentenciado a muerte los distribuía, algo si cabe más pernicioso para el régimen de inspiración comunista.

Como consecuencia de la estricta normativa norteña los teléfonos móviles son inspeccionados con asiduidad por parte de las autoridades, para detectar la ortografía de los nombres de los contactos, o expresiones y términos de jerga que se perciban como de influencia surcoreana, afirma el mencionado trabajo. Si bien ambas Coreas comparten el mismo idioma, han surgido diferencias sutiles desde la división después de la guerra de Corea de mediados del siglo XX.

Asimismo, la prohibición del K-pop es considerado uno de los pilares de la defensa del Estado en el Norte, y parte de una campaña para «proteger» a los ciudadanos norcoreanos de la influencia «maligna» de la cultura occidental que comenzó bajo el mandato del líder Kim Jong-il y se intensificó bajo el de su hijo, y actual dignatario. Hace pocos años Radio Free Asia, financiada por el gobierno de Estados Unidos, publicó que el régimen de Pyongyang estaba tomando medidas enérgicas contra la moda y los peinados «capitalistas», apuntando a los vaqueros ajustados y las camisetas con palabras extranjeras, así como al cabello largo o teñido, como influencias externas que es recomendable apartar si uno no quiere vérselas con la ley.