Lyubov, de 53 años, junto a las ruinas de su casa destruida por los recientes bombardeos en la zona de Donetsk que controla Rusia. | Reuters - Alexander Ermochenko

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A las habituales peticiones de más defensas aéreas, Kiev ha sumado una solicitud más ambiciosa que podría estar sobre la mesa en la cumbre que la OTAN celebra la semana que viene en Washington: que sus aliados le proporcionen más misiles de largo alcance y le permitan utilizarlos contra bases aéreas situadas dentro de Rusia.

El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, dio su último discurso a la nación después de que Rusia atacara a plena luz del día este miércoles la ciudad de Dnipró. Seis personas murieron en el ataque y medio centenar resultaron heridas por los misiles. La aviación rusa también lanzó este miércoles bombas aéreas guiadas contra la ciudad de Járkov, y sobre las posiciones ucranianas en la región homónima de la que la ciudad es capital.

«Sólo hay una forma en la que podemos parar esto: más sistemas de defensa aérea, más ataques a larga distancia a las bases de los terroristas rusos, a sus bases aéreas», dijo Zelenski en su alocución. El presidente ucraniano agregó que está trabajando con sus socios en ambas cuestiones. Zelenski también mencionó los preparativos para la cumbre de la OTAN de la semana que viene en Washington. Sin opciones de recibir una invitación en firme para unirse a la Alianza, Ucrania espera obtener de los países miembros otras concesiones que compensen este nuevo aplazamiento.

El permiso para golpear bases rusas con sus misiles podría ser una de ellas. Ucrania gana libertad de acción Desde que los países de Europa y Norteamérica empezaran a enviar armamento a Ucrania después del comienzo de la invasión, las entregas de material militar llegaban hasta hace poco con una condición: que Kiev no lo usara contra territorio ruso. Esta limitación impuesta por miedo a posibles represalias rusas provocaba frustración entre los ucranianos, que consideran injusta la prohibición de atacar las mismas instalaciones militares que el enemigo utiliza para golpear su territorio y la ven como un obstáculo que reduce sus posibilidades de ganar la guerra.

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Aprovechando que Ucrania no tenía permiso para golpear con su mejor armamento las lanzaderas de misiles, los aviones y las concentraciones en su lado de la frontera, Rusia lanzó a mediados de mayo una ofensiva sobre la región nororiental ucraniana de Járkov. La apertura de este nuevo frente despertó la preocupación en las capitales occidentales. Algunos de los principales socios de Ucrania, como Francia y Estados Unidos, se sumaron al Reino Unido y a otros países 'halcones' que ya habían dado luz verde a los ataques ucranianos con sus armas en suelo ruso y eliminaron ciertas restricciones.

Pese a limitarse a objetivos situados cerca de la frontera, el permiso de Washington ha reducido la presión sobre las tropas ucranianas que defienden el norte de Járkov y ha mejorado la situación de seguridad en la capital regional, que ahora es atacada con mucha menos frecuencia. Como ha venido ocurriendo desde el comienzo de la guerra, la insistencia ucraniana y el miedo a que Rusia consiguiera una ventaja decisiva llevaron a parte de la coalición internacional que apoya a Ucrania a rectificar y a dar un paso antes impensable. Ucrania confía en que, una vez más, pase lo mismo con su petición de poder golpear con misiles de largo alcance bases aéreas en toda Rusia.

Si los drones y misiles pueden ser destruidos con los sistemas antiaéreos occidentales que siguen llegando gradualmente a Ucrania, las bombas aéreas guiadas son prácticamente imposibles de interceptar una vez han sido lanzadas desde cazas rusos. Las bombas aéreas son explosivos convencionales con gran capacidad de destrucción que están dotados de sistemas de navegación propios. Esto permite que puedan lanzarse desde decenas de kilómetros de distancia del objetivo, sin que los aviones desde los que se deslizan entren en la zona de alcance de las defensas aéreas enemigas.

Para poder derribar estos aviones, Ucrania debe desplegar sus sistemas aéreos de más alcance muy cerca de la línea del frente, lo que eleva el riesgo de que sean destruidos por el enemigo. Transferir estos sistemas occidentales cerca de la línea de contacto supone, además, dejar desprotegidas otras zonas en que se necesitan. Kiev considera más práctico destruir los aviones y los aeródromos que utilizan, para lo que necesita los misiles de alta precisión y largo alcance que recibe de Occidente. Además de matar civiles, las bombas aéreas son uno de los instrumentos clave en los avances lentos pero sostenidos que está logrando Rusia desde el pasado otoño. Este tipo de armamento sirve para destruir las posiciones ucranianas y los edificios que las tropas de Kiev utilizan como parapeto para defender pueblos y ciudades en el frente. Una vez convertidas en paisaje lunar, las sucesivas oleadas de carne de cañón rusas utilizan su superioridad numérica para avanzar y conquistar más terreno.