Reagrupamiento Nacional apoyará sendas mociones de censura contra el gobierno francés. | Reuters - Sarah Meyssonnier

TW
3

La senda se torna cada vez más incierta en Europa. A las elecciones en Alemania previstas para el próximo mes de febrero se le añade ahora la más que probable caída del actual gobierno francés encabezado por Michel Barnier. Todo ello, a escasas fechas de la toma de posesión de Donald Trump como nuevo presidente de los Estados Unidos, y con una Comisión Europea que apenas echa a andar. Todo parece indicar que la esfera internacional nos depara tiempos de incertidumbre.

La deuda pública gala preocupaba a los expertos hace ya algún tiempo, y los recientes acontecimientos no han contribuido a serenar las aguas. Así la prima de riesgo exigida por los inversores para sufragar la deuda nacional francesa se instala en los niveles más altos en más de 12 años. El propio gobierno galo, consciente del delicado momento al que asiste con un margen de maniobra relativo —los ultras de Marine Le Pen tienen la sartén por el mango en la Asamblea— tras su proyecto de presupuestos que no ha contentando a muchos, trata de emitir señales que apunten a la calma.

Este mismo martes el ministro de Finanzas, Antoine Armand, ha admitido que Francia, la segunda economía más robusta del continente, se encuentra en una coyuntura crítica debido a la incertidumbre sobre el presupuesto y el futuro del gobierno, mientras los mercados bursátiles y de bonos soberanos se resienten. Armand ha subrayado que bajo la presión del creciente déficit público, «el país se encuentra en un punto de inflexión». Agregó en una entrevista televisiva que los políticos tienen la responsabilidad de «no sumir al país en la incertidumbre». Horas antes la líder del Reagrupamiento Nacional (RN) había exclamado que «los franceses están hartos». En consecuencia, Le Pen afirmó que sus votos apoyarán sendas mociones de censura planteadas por todo el espectro parlamentario para derrocar al primer ministro propuesto por el presidente Emmanuel Macron hace escasos tres meses.

Ya hay quien interpreta la posible y casi cierta caída del gobierno Barnier como un agujero en el corazón de Europa, con Alemania también inmersa en pleno proceso electoral, semanas antes de que Trump regrese a la Casa Blanca, con todas las implicaciones económicas que ello puede conllevar. Salvo sorpresa de última hora, la actual frágil coalición será el primer gobierno francés que se vea obligado a abandonar el poder por una moción de censura desde 1962.

Si la moción de censura prospera, Barnier tendrá que presentar su dimisión, pero Macron podría pedirle que se quedara como interino mientras busca un nuevo primer ministro, lo que podría ocurrir ya entrado el año que viene. En cualquier caso, no puede haber nuevas elecciones parlamentarias anticipadas antes de julio y ya hay voces que especulan con que el propio presidente de la República acabe tan desgastado que no pueda esquivar su propia dimisión. El panorama no es halagüeño tampoco en casa de sus vecinos germanos, donde viene acrecentándose el apoyo a la extrema derecha al tiempo que se reproducen las voces críticas sobre decisiones del pasado que, entre otros, acabaron por externalizar la seguridad en Estados Unidos y la vertiente energética en la Rusia de Vladímir Putin. Y claro está. De aquellos polvos, estos lodos.