Pese a las dudas, es de creer que más aparentes que reales,
fomentadas por la petición de un aplazamiento de la decisión, el
ministro británico del Interior, Jack Straw, acabó dando su
aprobación a la extradición a España del dictador Augusto Pinochet
sin agotar la ampliación del plazo solicitado. En realidad, esta
decisión ha sido tomada por todo el Gobierno británico y, en
especial, por su premier Blair quien, en compañía de Aznar y a coro
con éste, ya había dicho que respetaría las decisiones judiciales.
Primero lo hizo Aznar y, a continuación, Blair, resistiendo
todas las presiones diplomáticas, populares, económicas y
mediáticas que han llovido sobre Gran Bretaña para que se
incumpliera la Ley. Pese a la incertidumbre, no parecía posible que
Londres acabara dando un pésimo ejemplo ante el resto del mundo,
especialmente después del envite que significaba la postura
española. Con todos los defectos, injusticias y atentados contra
los derechos humanos que significa el colonialismo y el
imperialismo, hay una diferencia sustancial entre Gran Bretaña y
Francia.
La metrópoli francesa ha protegido a los dictadores francófonos,
y la amistad y generosidad de Bokassa con Giscard d'Estaign,
destapada por el satírico Le Canard Enchaîné, acabaron determinando
el fin del presidente francés. Ahora, mientras Gran Bretaña decide
entregar a Pinochet, Francia oculta a Jean Claude Duvalier, Baby
Doc, quien heredó de su padre, Papa Doc, el tiránico gobierno de
Haití, cuyos tontons macoute sembraron el terror y asesinaron a más
de 60.000 haitianos.
A los Hoenecker, Ferdinand Marcos, Videla y Pinochet, van a
sucederles otros sangrientos asesinos, dictadores de todo pelo y
estilo, porque se ha abierto la veda y las cosas van a cambiar,
esperemos que definitivamente. Suharto espera turno.
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