TW
0

F inalizó el ataque contra Irak lanzado por fuerzas de los Estados Unidos y Gran Bretaña, según anunció el presidente Bill Clinton, después de que se lanzaran más misiles que durante la guerra del golfo del año 1991. Es curioso y llama la atención que se iniciase el castigo militar justo cuando se empezaba en el Congreso de EE UU otra polémica batalla, la del proceso de destitución del presidente. Y, además, acabaron los bombardeos sobre territorio iraquí cuando los congresistas aprobaron continuar con el impeachment. Por mucho que quiera separarse una cuestión de otra, la coincidencia se presta a un buen número de especulaciones sobre las motivaciones presidenciales para iniciar una campaña armada.

Por otra parte, tras lo acontecido en Bagdad, Sadam Husein continúa en el poder, eso sí, con su guardia pretoriana debilitada si tenemos que confiar en los datos aportados desde el Pentágono. En cualquier caso, la permanencia de Sadam rigiendo los destinos de Irak puede volver a abocarnos a una situación similar y, es más, puede que aún con mayores apoyos del mundo musulmán.

Por contra, el mundo occidental ha dado muestras de divergencias importantes en este conflicto en el que el Consejo de Seguridad de la ONU ha ejercido de mero espectador y en el que resurgió, por parte de Rusia, el lenguaje de la guerra fría. Los términos utilizados por Alemania y Francia, pese a culpar de la crisis a Sadam, han adolecido de la suficiente tibieza como para pensar que no existe un bloque monolítico indestructible.

Realmente, quienes más sufren y han sufrido durante años las consecuencias del empecinamiento de Sadam y de los designios del guardián del planeta, han sido los civiles iraquíes, hacia quienes deben dirigirse los esfuerzos para evitar que sufran las consecuencias del aislamiento.