El hongo aspergillus era desconocido prácticamente por toda la
población ajena a la profesión sanitaria. Pero una alarma lo ha
colocado en la fama, como antes se instalara en ella la salmonella.
Hoy, el aspergillus está en boca de la mayoría de la población
aupado por los medios de comunicación, que lo han popularizado por
culpa de los estragos que está causando en quirófanos de hospitales
españoles.
Algunos fallecidos por su causa han causado la alarma. Entrar en
un quirófano para cualquier pequeñez siempre supone un riesgo y
acarrea un peligro, además de una lógica inquietud. Pero ingresar
en él con la amenaza de un contagio resulta una evidente temeridad.
Así que, para evitar que cunda el pánico y este sentimiento
definido como alarma social, los responsables de Son Dureta han
actuado con total asepsia, utilizando un término de doble y
positivo sentido. Es decir, han seguido los pasos correctos:
investigar la situación de los quirófanos, descubrir el hongo
infeccioso, cerrar los quirófanos, eliminar de ellos todo rastro
del aspergillus y decidir no reabrirlos hasta tener la absoluta
certeza de que su ambiente es totalmente inocuo, además de efectuar
un seguimiento de los pacientes que han sido operados para evitar
que la infección les haya afectado en su proceso de trauma
quirúrgico y el correspondiente postoperatorio. Correcto.
Doscientas intervenciones quirúrgicas se han aplazado, pero la
lista de espera es tan larga y el riesgo era tan excesivo que la
medida parece muy apropiada. También es de agradecer que los
responsables no hayan descartado que el paciente que sufre una
infección haya sido contagiado en Son Dureta aunque crean que no es
así. Esperemos que los restantes centros hospitalarios, públicos y
privados, tranquilicen igualmente a la población.
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