Las comparecencias del presidente del Gobierno ante el Congreso de
los Diputados se han convertido en un echarse en cara los casos de
corrupción presentes y pasados por parte del PSOE y del mismo José
María Aznar. Lo de ayer no fue una excepción y se produjo un nuevo
rifirrafe entre el presidente y el diputado socialista Jesús
Caldera, que le aconsejó que no retardara la solución de los casos
en los que está inmerso su partido. Aznar, dentro de la tónica
habitual, acusó al PSOE de enturbiar antes y ahora la vida pública.
No deja de ser cierto que los populares "antes tan propensos a
exigir responsabilidades políticas y a pedir comisiones de
investigación" ahora, cuando se han instalado en el poder, se
muestran remisos y no les hace ninguna gracia que se analicen
determinadas actitudes de sus compañeros.
Pero también es verdad que los casos de corrupción durante la
gestión socialista fueron numerosos y su sombra aún les persigue.
Tal vez por el hecho de que no se haya producido realmente una
profunda renovación en el seno del PSOE y porque seguimos viendo
muchas caras que formaron equipo con Felipe González. Ese es
precisamente el punto que aprovecha Aznar para devolver la
pelota.
Evidentemente, había que acabar con los casos de corrupción en
la época socialista, pero las denuncias de los populares entonces
provocaron una crispación política nada deseable. Tampoco sería
bueno que a estas alturas se reprodujera una situación semejante.
Pero sí sería deseable que se resolvieran los casos ahora
existentes con una actitud menos prepotente por parte del
presidente Aznar y, sobre todo, con unas explicaciones claras y
diáfanas en el foro adecuado, el Congreso de los Diputados.
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