Los partidos firmantes del Pacto de Lizarra, PNV, EA, EH e IU,
han presentado una iniciativa en el Parlamento vasco para solicitar
la presencia de observadores internacionales de la ONU en el
proceso de paz. Todo un sarcasmo en respuesta a las declaraciones
de la parlamentaria socialista Rosa Díez. La propuesta tiene todos
los visos de ser aprobada por la Cámara vasca, por cuanto las
formaciones políticas citadas cuentan con mayoría suficiente para
sacarla adelante.
Los observadores de las Naciones Unidas han jugado un papel
importante en conflictos de una enorme gravedad, como en la guerra
que supuso el fin de la antigua Yugoslavia. Pero no parece que ese
sea el caso del País Vasco. Cierto es que la violencia sigue
existiendo en Euskadi y que socialistas y populares son blanco de
amenazas. Pero la proposición parte del lado contrario y, lo que es
más grave, de un bloque en el que está integrada una formación
política que no condena en absoluto esta dinámica de la imposición
y del miedo.
Es verdad que, en sus argumentaciones, los autores de la
propuesta aseguran que en situaciones más delicadas ha sido
innecesario realizar este tipo de peticiones, pero afirman que
ahora puede contribuir a fortalecer el proceso de paz. Y este tipo
de argumentos hace que la iniciativa sea aún más kafkiana. Es como
si quisieran dar una respuesta desproporcionada y absurda a las
palabras de una parlamentaria.
Al margen de cómo se reciba la proposición en el seno de las
Naciones Unidas, caso de que la iniciativa prospere, lo que debería
ocupar a unos y a otros es el proceso de paz en sí y, por el
momento, parece que existe una mayor voluntad de politización y de
enfrentamiento dialéctico que de avanzar en este sentido.
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