El Mallorca y su afición, que evoluciona según los altibajos del
equipo, viven ahora su momento más dulce. La magnífica temporada en
la Liga española se completa con la clasificación para la última
Recopa de Europa de la historia, lo que, a su vez, convierte en
histórico el partido de anteanoche en el vetusto Lluís Sitjar y la
jornada de anteayer con la resaca consiguiente.
Aparte de las valoraciones deportivas que han abundado, es
destacable el hecho no singular, pero tampoco habitual, de la
comunión entre el público y el equipo. El apoyo fue masivo y
unánime y las voces de apoyo al entrenador son claras: se
convierten en un reclamo para que renueve su contrato con el
club.
Un mensaje para el presidente de la sociedad anónima y dueño del
Mallorca, quien cometió una imprudencia temeraria al emplazar a
Héctor Cúper, el día anterior al trascendental partido, a decidir
su futuro en dos días. Por suerte, la personalidad del técnico
argentino está por encima de estas torpezas y el público sintoniza
con un hombre que convence con los actos y no con las palabras,
aunque las pocas que pronuncia están impregnadas de serenidad y
sentido común.
Otra prueba que debía pasar el club y la ciudad era la del orden
público dentro y fuera del recinto. Se optó por extremar las
medidas de seguridad y la jornada total se desarrolló sin
incidentes. Los temidos supporters ingleses tuvieron que ceñirse a
un programa tan estrecho que no se sabe si no eran tan fieros como
creíamos o no tuvieron la menor posibilidad de alterar el
orden.
Pudo haber quien considerara extremados estos dispositivos, pero
lo cierto es que se garantizó la seguridad de ambas aficiones y,
especialmente, de aquellos que son ajenos al acontecimiento. En
resumen, la noche fue mágica en todos los aspectos.
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