La presidenta de Unió Mallorquina, Maria Antònia Munar, fue
reelegida ayer presidenta del Consell de Mallorca con los mismos
votos que tuvo hace cuatro años: 17 del Pacte de Progrés frente a
los 16 del candidato del Partido Popular. Una diferencia tan mínima
debería obligar a la presidenta a evitar expresiones más propias de
apoyos masivos que no se tienen: únicamente dispone de los
imprescindibles, aunque legítimamente suficientes para otorgarle la
mayoría absoluta que le permitirá gobernar en colaboración con el
PSM y el apoyo del PSOE y EU-Els Verds, que quedarán fuera del
gobierno de Mallorca.
UM, qué duda cabe, ha sabido rentabilizar adecuadamente sus
pocos votos que, una vez más, le han dado la posibilidad de
inclinar la balanza hacia uno u otro lado, pero siempre a favor de
UM. En esta ocasión, no sólo ha mantenido la presidencia del
Consell, con la gestión de la institución compartida muy a su pesar
con el PSM, sino que además conseguirá la presidencia del
Parlament. Un buen balance para tan pocos escaños. Exactamente,
tres.
Por otra parte, si de verdad piensa Munar, como dijo en su
discurso, que hay que asumir entre todos la alternancia política
como un hecho normal y como un síntoma de normalización, no se
entiende esa reiteración de conceptos basados en la supuesta
historicidad del momento político actual. La sociedad balear sigue
siendo tan libre hoy como lo era antes del 13-J. Está cambiando el
color político de las instituciones y asistiremos a la aplicación
del programa resultante de la suma de aportaciones y renuncias de
los distintos partidos del pacto, pero sería injusto hacer tabla
rasa de los 16 años anteriores en los que ha habido muchos aciertos
y muchos errores, pero que contaron en su momento con el respaldo
de una mayoría clara.
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