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El verdor del césped de los jardines del Parc de Ses Estacions reluce por la gracia del agua de riego, a falta de la de lluvia, pero no así el de algunos de los árboles sembrados en este espacio con aspiración a ser un pequeño pulmón de Palma.

Muchos de los cipreses sembrados a lo largo de la valla que separa el Parc de Ses Estancions de las vías del tren no han sobrevivido la panorámica que les ha tocado en la suerte del diseño arquitectónico de esta zona verde.

Tampoco parecen haber superado las altas temperaturas del mes de julio los árboles que debían dar sombra en la mitad del parque, ya que su aspecto es el de troncos inertes. Quizá, no obstante, pertenecen a una especie cuyas hojas caen en verano y florecen en invierno.

No puede decirse que el Parc de Ses Estacions no reciba los cuidados de la empresa adjudicataria del proyecto, Dragados y Construcciones, que durante los dos primeros años se encargará de la conservación y mantenimiento del parque, porque sus operarios cortan el césped con asiduidad y lo riegan casi con mayor empeño, pero igualmente deberían ser celosos en sustituir aquellos ornamentos vegetales que han sucumbido y reponerlos con otros sanos.

Otra de las imágenes que llama la atención en el parque es la de los jardines, cuyas flores siguen vivas pero corren el peligro de quedar ocultas por la hierba. Esta ha crecido tanto al pie de las flores que en algunos parterres están empezando a taparlas.

En todo caso, da la impresión al paseante que las flores se han sembrado de forma indiscriminada, puesto que crecen sin orden ni concierto.
El mal estado en que se encuentra la jardinería se atribuye a la precipitación con que se inauguró el Parc de Ses Estacions.
Al parecer, muchas de las especies vegetales que adornan el parque se sembraron fuera de temporada y ahora se debe esperar a que pase el verano para que se planten las nuevas.