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Las recientes lluvias del pasado sábado, propias de una ocasional tormenta de verano, no parecen que hayan cambiado el negro panorama de la falta de agua en Mallorca. A estas alturas del 1999, resulta desolador echar un vistazo a esos datos que nos hablan de lo que está siendo el año desde el punto de vista pluviométrico. Los embalses mallorquines estaban únicamente al 26% de su capacidad, cuando el pasado año, por estas mismas fechas, se encontraban al 56%. La media de precipitaciones "en general y teniendo en cuenta las variaciones que puedan darse de un lugar a otro de la Isla" de esto primeros ocho meses viene a situarse algo así como en la quinta parte de la que ha venido siendo habitual durante los últimos veinte años. En los pozos, cada vez se profundiza más para extraer el agua. En suma, nos enfrentamos a una situación delicada, por no decir casi extrema.

Cierto que estamos padeciendo una sequía que los meteorólogos califican ya como de las más importantes en lo que va de siglo. Pero no lo es menos que las previsiones al respecto hablan de una sostenida tónica de años secos para el futuro. En tales circunstancias y dando por sentado que en Mallorca el consumo de agua no deja de crecer "este verano un 12'5% más que el pasado" aquí sólo hay una doble política a seguir. Por un lado, aprovechar más y mejor los recursos hídricos de los que se dispone. Y, por otro, arbitrar nuevos recursos, siempre contando con las más avanzadas tecnologías en este campo. Insistiendo igualmente en la absoluta necesidad de ser prudentes en el consumo.

Entendemos que en la conjunción de estas tres políticas se halla el punto de partida que finalmente nos llevará a desterrar de la mente de todos la imagen de una Mallorca sedienta, por culpa de la mala planificación que de los recursos hídricos se llevó a cabo.