Tras la polémica surgida en torno al color de los taxis de Palma se
esperaba que el equipo de gobierno de Cort adoptara definitivamente
una posición. Por un lado se encuentran los taxistas de la CAEB,
que defienden el mantenimiento del actual color negro y marfil en
razón de la tradición, mientras que los profesionales de la PIMEM,
con el apoyo de CC OO y UGT, se decantan por un cambio al blanco,
ya que ello supone un menor coste del vehículo.
Pues bien, Cort se ha lanzado por la calle de en medio sin el
menor rubor y ha decidido que coexistan ambas opciones, es decir,
que por un lado tendremos los clásicos negro-marfil y por otro los
blancos. Eso sí, como demostración de su preferencia subvencionará
a aquéllos que decidan pintar sus taxis con los colores actuales,
aunque aún no se haya determinado la cuantía de las ayudas.
Como argumento en favor del mantenimiento de los dos tipos de
vehículo se ha esgrimido que la ciudad de Nueva York cuenta con
taxis de hasta seis colores diferentes, pero esto no puede ser
tenido en cuenta por cuanto en el barrio más emblemático, en
Manhattan, son todos amarillos.
El Ajuntament de Palma, del que cabía esperar una reacción más
adecuada, se ha equivocado al poner en manos de los taxis la
decisión. Ésta es una decisión que compete a todos los palmesanos,
que, en su mayoría, no ven razones objetivas suficientes para
variar un signo identificativo de Palma. Mientras tanto, la nueva
situación puede inducir a equívocos por parte de los usuarios, que
identifican el color blanco con los taxis de otros municipios.
Ha sido mucho tiempo mareando la perdiz para acabar no como al
principio, pero casi. Cort debía haber actuado con mayor decisión
optando de verdad y claramente por una de las dos
posibilidades.
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