El nuevo Govern ha decidido poner en marcha una ley para frenar el
crecimiento urbanístico que sufren las Balears, según la cual se
eliminan las excepciones que permitían edificar en suelo rústico en
un terreno inferior a los 14.000 metros en algunas zonas y se
establece el mismo límite para Eivissa y Formentera. Hecho éste que
ha tenido un efecto inmediato al dispararse la presión constructora
para adelantarse a las futuras restricciones. Y puede darse por
hecho, además, que se incrementará la especulación sobre aquellos
terrenos que cuenten con una superficie suficiente.
En las Islas hemos vivido durante décadas con un importante
vacío legal que ha permitido que se segregasen parcelas mínimas y
se construyera en ellas, de tal modo que ciertas zonas rústicas más
se asemejan a urbanizaciones que a lo que deben ser, pura y
simplemente, campo. Es por ello que es preciso poner coto a esta
situación regulando y planificando el futuro de nuestro territorio.
Aún a riesgo de que el anuncio del Ejecutivo autonómico haya
supuesto una aceleración en los procesos para construir en
determinadas parcelas, era del todo necesario que se acometiera
este asunto. Aunque tal vez las prisas hayan generado algunos
problemas.
Tampoco debemos olvidar que debe existir una seguridad jurídica,
puesto que, al amparo de la normativa anterior, muchas personas
invirtieron su dinero en algunas parcelas menores con la finalidad
de edificar en ellas. Y sería un grave error no tener en cuenta
estas situaciones particulares.
Si bien es verdad que esta nueva normativa choca con la cultura
de años atrás de comprar un terrenito para construir el chalet, muy
arraigada en los ciudadanos de Balears, deberemos acostumbrarnos a
ello en beneficio de la preservación de nuestro territorio.
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