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Todo el mundo sabe que una cosa es estar en la oposición y hablar con el programa electoral en la mano y otra muy distinta, gobernar. Que se lo pregunten a Felipe González y Javier Solana y su ya famoso «OTAN no». Algo parecido acaba de ocurrir en Mallorca, aunque a una escala mucho menor, claro. Se trata de los verdes, que, como ya sabemos, se pasan la vida proclamando los beneficios de las energías limpias, del reciclaje y de la conservación de la naturaleza cuanto más virgen mejor, aunque sin arrastrar tras esas consignas una ideología determinada. Ahora los verdes de Balears están compartiendo el gobierno autonómico con otros partidos de tendencias progresistas y, claro, desde arriba las cosas se ven muy diferentes. De poco sirven aquí las pancartas, las manifestaciones o las proclamas. Desde el sillón del poder hay que poner los pies en la tierra, analizar hasta el último milímetro las necesidades de la población y aplicar las fórmulas que permitan solucionar los problemas reales que afectan a los ciudadanos.

Y uno de esos problemas "y muy gordo en nuestra isla" es precisamente la basura. Mallorca, como toda sociedad desarrollada, genera diariamente toneladas de basura. Y el territorio disponible es escaso y precioso. Por eso el reciclaje "opción atractiva para todos" no basta. Y la consellera verde del Govern, Margalida Rosselló, lo sabe. El plan de residuos que acaba de redactar de cara a esta legislatura contempla que la incineradora de Son Reus seguirá funcionando a pleno rendimiento, a pesar de los pesares. Pese a ello, y debemos darles la bienvenida, han previsto una serie de programas cuyo objetivo será la reducción de la producción de basuras. Será difícil, nadie lo duda, pero la respuesta está en manos de todos nosotros, los ciudadanos.