Aquella tarde de fina lluvia del 29 de mayo de 1957 llegaron a Palma los soberanos del Irán. A las seis y cuarto pisaban tierra mallorquina Mohamed Reza Pahlevi y su esposa la emperatriz Soraya. El sha vestía uniforme blanco de jefe de la Marina persa. Ella, abrigo de color beige y cuadritos blancos, sombrero beige y zapatos blancos. En el aeródromo de Son Sant Joan las autoridades y personalidades más destacadas de nuestra ciudad les dispensaron un cordial recibimiento, mientras la banda de las tropas formadas interpretaba la marcha de los infantes.
En un «packart» viajaron sus majestades, acompañadas del alcalde de Palma, D. Juan Massanet, hacia la avenida del Monseñor Palmer donde se ubicaba el hotel Bahía Palace en el que se hospedaron. El corresponsal del No-Do y numerosos fotógrafos dispararon sus máquinas tan pronto como aparecieron los augustos personajes. En la calle, los aplausos no cesaban. Sus Majestades cenaron en el hotel y más tarde subieron a la «boîte» del mismo, al «Pirata».
Al día siguiente visitaron Camp de Mar y por la noche les fue ofrecida una cena en el restaurante «Cantábrico». A la misma acudieron numerosas personalidades. El 1 de junio partieron hacia París vía aérea. Los periódicos del día se hicieron eco de la expresión cansada de Soraya: «Es una emperatriz triste. Tiene los ojos tristes y la sonrisa helada. De todas maneras sigue siendo la emperatriz más bella del mundo». No auguraban los redactores que el 7 de abril del año siguiente informarían del divorcio de los monarcas del Irán. ¿La causa? La esterilidad de Soraya.
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