Antes de comenzar el descenso ya se ha colocado todo el material preciso. Foto: TERESA AYUGA.

TW
0

Llevan sacos, tiendas de campaña y todo el material necesario para completar la primera práctica del IV Curso de Descenso Deportivo de Cañones, organizado por la Agrupación Deportiva Voltors. Susana, Pilar, Patri, Luisa y Ana son cinco de las cursillistas que el sábado participaron junto a once jóvenes más en una actividad de montaña atraídas por «el riesgo, la aventura y el contacto con la naturaleza».

El marco elegido fue el Salt des Freu, en el torrente de Coanegra, lugar al que se accede por un sendero que comienza antes de llegar a Orient. Tras quince minutos de andar por un terreno rodeado de un entorno natural y en el que lamentablemente muchas de las piedras de marés invaden el sendero, el grupo monta su campamento. En un plano montaron dos tiendas de campaña y dejaron sus mochilas antes de iniciar la clase práctica, una clase en la que practicaron la teoría recibida en las sesiones impartidas durante dos días.

«Vamos a realizar prácticas en dos paredes. Fundamentalmente enseñamos a los alumnos a ascender y descender. La gente no tiene miedo en general. Muchos repiten y otros abandonan», afirma José Bestard, organizador del grupo.

Los 18 jóvenes se han dividido en varios grupos. Todos y cada uno conocen las características y funciones del material que van a utilizar: cuerdas estáticas, arneses, mosquetones, descensor para rapelar, un puño para remontar, vagas de anclaje, cascos, etcétera. Siete monitores acompañan al grupo de jóvenes. «Lo más difícil es la salida porque te impresiona mucho. Lo aconsejable es mirar a las paredes. No creo que se necesite ninguna característica especial para realizar este deporte. Tan sólo no tener vértigo. Al principio te sientes un poco torpe, pero luego vas cogiendo confianza. Bajar es más fácil, no se olvida nunca, es como montar en bicicleta. Para subir se necesita mucha más fuerza», afirman.

No es la primera vez que practican rápel. De hecho, muchos de los jóvenes del grupo repiten experiencia. Mientras les toca el turno de su descenso comprueban sus materiales y se relajan. No tiene miedo, sólo están pendientes de las indicaciones de los monitores. «La gente no debe descender sin estar acompañada de personas expertas que conozcan bien el material porque un nudo mal hecho te puede llevar abajo».

Aprovechan el verano, la Navidad y la Pascua para practicar. «Cuanto más lo practicas más te gusta», afirman. Quien más quien menos ya ha tenido algún percance: «La primera vez que hice rápel fue en un acantilado en Alcúdia. Me quedé boca abajo. Había otro chico conmigo que me ayudó. No me pasó nada».