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La bandera de la India ocupa gran parte del recibidor de la casa de la familia de Murli Asnani. Preside el cuarto de estar un retrato de los padres de Murli, ya fallecidos, adornado con una guirnalda de flores. «Es la tradición», afirma. Varias pinturas hindúes alegran la sala, donde esperan su mujer, Nirmala Kishnani, su hijo Juan Lal, su hija Maphi, su hermana Padma y Ashok Ghandi, todos ellos miembros de la comunidad hindú de Palma, integrada por más de doscientas personas.

Es una noche especial. Preparan el Año Nuevo, un año que no sabe de milenios ni de un nuevo siglo porque darán la bienvenida al 2056. Esta noche todos se reunirán en torno al Diwali en Aquacity, la fiesta más popular del calendario hindú, que conmemora la vuelta casa de Rama tras 14 años de exilio. Todos colaboran para que encuentre el camino. De hecho, el Diwali es una fiesta de luces: los hindúes decoran sus puertas con velas (que sustituyen a las lámparas de aceite tradicionales), ellas estrenan saris, se intercambian regalos, limpian intensamente los hogares, las mujeres se bañan la vispera en leche para embellecerse, las familias dan y reciben pasteles y se tiran cientos de petardos en las calles.

La familia Asnani lleva más de veinte años en Palma. En su casa han convertio una habitación en un pequeño templo donde rezan a sus dioses y en el que tienen cabida, incluso, los retratos de Juan Pablo I y Juan Pablo II: «Respetamos todas las religiones», afirma Murli. El cabeza de familia posee una tienda de deportes en Palmanova y viaja a la India cada dos o tres años. Su hermana tiene una tienda de ropa y no echa mucho de menos su país.