Antes de entrar en el asunto de las fusiones bancarias, Mario Conde recordó al presentador que le habían echado de Banesto y también que había estado en la cárcel. Foto: JAUME ROSSELLÓ.

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Con el aforo del Edifici Guillem Cifre de Colonya de la UIB más que abarrotado, Mario Conde disertó ayer sobre Las dos caras de la fusión bancaria.
Mario Conde, que había sido invitado al acto por dos asociaciones universitarias, Aide y Auba, se encontró en la sala con tres pancartas alusivas a él a las que, en vez de obviarlas, aludió.

El auditorio estuvo dividido en dos: una mayoría a su favor, que escuchó y aplaudió, y una minoría en su contra, que guardó respetuoso silencio, pero que también escuchó, y que en momentos "pocos" le abucheó. Como era de esperar: «Auque yo suponía "señaló Conde al final" que me iban a dar más caña».

Conde, que demostró que es un buen fajador "sobre todo cuando le atacan a través de preguntas capciosas" y al mismo tiempo excelente pegador "pues conoce al dedillo las leyes, tiene respuesta para todo y su palabra es fluida", lo que le convertirá en duro oponente en cualquier debate, en apenas tres cuartos de hora ventiló la cuestión de las fusiones sin dejar que el interés decreciera durante su exposición.

Tras recordar que la primera OPA «fue el primer intento de fusión», entró de inmediato en el asunto de las fusiones «hechas más por diseño político que por análisis financiero». Habló de tráfico de influencias y, cómo no, de Navalón, «a quien conocí en Mallorca», y a quien contrató «y pagué 600.000.000 por su trabajo». Habló también del intento de fusión de Banesto con el Banco Totta y Azores, y advirtió que las fusiones «pretenden hacer las mismas cosas de siempre, pero con menos gente, con lo cual la demanda de empleo se reduce».

Manifestó que no estaba en contra del euro, sino de la forma como se aceptó la moneda única en España, «a través de una intervención parlamentaria que duró 20 minutos».