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Tenía que suceder tarde o temprano. Todos aquellos ritos de Iñigo «El Escatológico» sacándose mocos, dedicando albondiguillas a la audiencia y hurgándose entre la datilería de los pinreles para elaborar discretos marron glacé no eran más que una preparación para su amor con Ania.

En realidad el mancebo quería llamar la atención de la manceba con su liturgia escatológica y, de hecho, lo ha conseguido a la perfección, pues ella se ha abalanzado entre sus garras y ya están viviendo un apasionado amor. El corazón adiposo de Íñigo ha sido atravesado por el dardo de Es-Cupido y su relación podría resultar en determinadas ocasiones muy práctica para ella pues, como el muchacho tiene una pelambrera tan grasosa, si un día Ania tiene hambre a deshora, le puede pasar por la coronilla una rebanada de pan moreno tostado y obtendrá un perfecto pa amb oli verjo que la sacará del desmayo.

Los demás concursantes saldrán beneficiados con este asunto, pues así dejarán de fijarse tanto en ellos. Las cosas se estaban poniendo dificultosas para ellos últimamente, desde que cundió la especie de que Iván e Ismael se duchan juntos al atardecer y de que Marina está a punto de enrollarse compulsivamente con una de las pirañas de la pecera. Koldo parece ser el único que todavía no ha sufrido desprendimiento total de neuronas y por ello no llama tanto la mórbica atención pública.