Estaba Ania preparando la comida (seguramente echaba leche en la besamel, por causas que pronto conocerá el lector) junto a Koldo, que freía croquetas con aire ausente, cuando una frase le sacó de la abstracción de la fritanga: Koldo, ¿tú crees que tengo las tetas de silicona? El interpelado la miró despectivamente y le dijo que no pensaba contestar a aquello porque no quería entrar en conversaciones estúpidas.
Pero el hecho es que se ve que Ania tenía pensado hace tiempo promocionar sus pechugas, pues más tarde cogió la fotocopiadora portátil que les habían proporcionado para una prueba y las inmortalizó detalladamente con admirativa delectación.
No es la primera vez que Ania se maravilla ante los elementos de la anatomía humana. En otra ocasión le comunicó una de sus percepciones más intelectuales a Íñigo, «el Escatológico», con estas palabras: ¿Sabes que Iván tiene el culo lleno de pelos? Menos mal que tenía cerca a El Rey de los Mocos, quien tras fruncir el ceño inteligentemente, como Edison cinco segundos antes de dar con la bombilla, clarificó: «Ezo é porque hace muchiiiia gimnazzzia». La explicación científica le salió cara al niño, porque Ania fue de habitación en habitación mofándose del Boñigo sin la menor piedad, pero muy pocos la secundaron. Koldo, su principal detractor, hacía poco le había disparado: «Ania, tú deberías casarte con un sastre, porque así serías la mujer desastre, ja, ja, jaaaa».
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