TW
0

Ya han pasado diez años desde que llegaron! Han transcurrido los días, los meses y los años como si de minutos se tratara. Un día de 1988 llegaron a Mallorca dos religiosas de la TOR "franciscanas" a recuperarse de una enfermedad y, de la casualidad "o la voluntad de Dios" nació el convento de San Pedro en Calvià. En el convento de Trujillo, Cáceres, de donde proceden, se habían planteado la posibilidad de «fundar» en muchos lugares de España y del extranjero, pero jamás en Mallorca. La posibilidad que les brindó el obispo de la Isla al ofrecerles una antigua casa, con la condición de abrirse más a las necesidades de los fieles del siglo XX, les convenció.

Desde junio de 1989 viven en el municipio ocho monjas que, a parte de la caridad de sus vecinos, comen gracias a los múltiples trabajos que realizan. Eran conscientes de que el cambio no sería fácil y por ello, durante los diez días que pasaron en Madrid antes de embarcarse en la aventura que supuso su traslado, aprendieron a encuadernar. Además de esto, la restauración de obras de arte, la pintura de iconos y otras labores les sirven para vivir. Su labor en tierras mallorquinas no consiste únicamente en trabajar y orar. A diferencia de su casa en Extremadura, que se regía por la clausura papal "o absoluta", aquí tienen la «función» de abrirse a los demás. Es lo que se conoce como clausura constitucional, una clausura en contacto con otros cristianos.

El pasado sábado se celebró en el convento y la casa de oración Alvernia (lugar en el que se llevan a cabo los retiros, campos de trabajo y convivencias) una fiesta que congregó a muchos de los que han pasado algunos días allí. Fueron unas horas muy emotivas en las que se compartieron recuerdos y se refrescó la memoria. La celebración, a la que asistieron unas cincuenta personas, consistió en una jornada de convivencia para todos los que allí se encontraron. Asistió gente de Calvià, mujeres y matrimonios que han estado al lado de las religiosas desde el mismo día en que llegaron y jóvenes que recordaron los momentos vividos entre esas paredes. Por la mañana hubo una breve oración, a la que siguió la comida, el tiempo de descanso, una hora para visitar la exposición de fotografías que explicaban los diez años de vida del convento y la eucaristía.