Un sistema educativo en el que una cuarta parte de los
profesores son interinos merece ser objeto de reflexión. En Balears
hay 5.175 profesores fijos y 2.600 interinos, un 26 por ciento
sobre la plantilla total, un porcentaje que en Eivissa y Formentera
llega al 40 por ciento.
No cabe duda de que este altísimo índice de interinidad, el más
alto del país, se tiene que reflejar en la calidad de la enseñanza.
Cientos de docentes que no logran superar las oposiciones, al no
reunir a juicio de los tribunales las condiciones mínimas exigidas,
nutren cada año las listas de la Conselleria d'Educació para
colocarse durante un curso. Su aspiración es ocupar las
numerosísimas plazas que permanecen vacantes porque no se han
convocado oposiciones. Se está desvirtuando el concepto de la
interinidad. Siempre habrá plazas que por diversas circunstancias
deberán ser cubiertas por interinos, pero nunca hasta alcanzar los
extremos actuales. Y no sólo hay que referirse a la preparación de
estos profesionales sino también a su grado de integración en los
centros escolares. La provisionalidad de su destino no les motiva a
implicarse en la problemática de los colegios.
El Govern afirma que está dispuesto a convocar más plazas fijas
y pretende en cuatro años reducir la interinidad a un aceptable
ocho por ciento. Si ésta es su intención, ¿por qué no lo ha hecho
ya este año? La respuesta hay que buscarla en un pacto por la
estabilidad que prácticamente obliga a mantener esta situación,
precisamente para poder seguir dando trabajo a los interinos. Éste
fue el error. Debería haberse hecho un pacto para crear empleo fijo
y no un pacto para prolongar la precariedad. Ciertamente son muchas
las causas que explican el grave deterioro de la calidad de la
enseñanza pública. Quizá la de la interinidad no sea la más
importante, pero evidentemente no aporta nada positivo, todo lo
contrario.
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