Tras la reunión a la que asistieron ayer los representantes del
PNV con el ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, pueden
extraerse importantes conclusiones. Hay que considerar acertada la
visión de los nacionalistas del problema vasco al considerar que la
solución a la violencia en Euskadi no debe ser sólo policial, sino
también política. Y parece lógico, además, que los nacionalistas
vascos pidan que los representantes del Partido Popular acudan a la
convocatoria del lehendakari.
Pese a ello, el PP mantiene su empecinamiento en no participar
en las conversaciones mientras el PNV no abandone Lizarra y se
obstina en el aislamiento de EH. Postura que puede considerarse
lógica tras la oleada de violencia desatada por la banda terrorista
durante este verano, en el que ha golpeado con crueldad y con
extrema dureza, y tras la reacción de EH absolutamente
incomprensible homenajeando a presuntos asesinos e incluso a
homicidas confesos tras su fallecimiento.
Sin embargo, es preciso considerar la necesidad del diálogo y
recoger la petición del secretario general del PSOE al presidente
del Gobierno reclamándole que muestre «una esperanza» frente al
terrorismo para poder concluir un proceso de paz que hay que
estimar como perentorio.
Si sobra algo en esta intrincada historia son las
radicalizaciones y la intransigencia. Y es cierto que hay que
reclamar siempre el cese de la violencia y condenar los actos de
barbarie cometidos por los terroristas. Pero ahora es más necesario
que nunca que los demócratas de un lado y de otro se pongan
definitivamente de acuerdo. Este proceso de búsqueda de soluciones
requiere la participación de todos los partidos políticos,
nacionalistas y centralistas. Sin el concurso de todos, cualquier
opción está abocada al fracaso.
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