Nos disponemos a iniciar una semana que puede resultar altamente
conflictiva a causa de las movilizaciones anunciadas con motivo del
incremento del precio de los combustibles, forzado por el alza del
barril de crudo y por la fortaleza de la economía norteamericana y
la debilidad del euro. Si bien es verdad que estas son las razones
de fondo, no es menos cierto que el gravamen de impuestos de las
gasolinas y los gasóleos en nuestro país es también considerable.
Esto debería hacer reflexionar al Gobierno de Aznar, a fin de que
adopte las medidas oportunas para suavizar la presión que están
padeciendo los transportistas, agricultores y pescadores, amén de
los consumidores, que, en última instancia, acaban pagando estos
aumentos.
Además, hay que considerar que esta situación puede suponer un
grave freno al crecimiento económico. Incluso algunos analistas
comparan la crisis que se avecina con la crisis originada por el
petróleo en la década de los setenta. Aquella situación puede
repetirse, aunque cabe la adopción de medidas adecuadas para frenar
la crisis a la que nos estamos viendo abocados. Y más aún contando
con la experiencia vivida en aquellos años.
Pero también habría que pensar ya muy seriamente en las energías
alternativas, no ya sólo por motivos de defensa del medio ambiente,
sino también para evitar una tremenda y peligrosa dependencia de
los países productores de petróleo.
Aunque esto pueda chocar con los intereses de las petroleras y
otros sectores económicos, hay que tener en cuenta que las
reservas, en algún momento, también llegarán a agotarse, lo que nos
llevaría a una situación de caos absoluto si no se han adoptado las
medidas adecuadas. Por el momento, deberíamos pensar que estamos
viendo asomar las orejas al lobo.
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