La aprobación por parte del Gobierno de José María Aznar de las
nuevas matrículas de los automóviles en las que no se incluye
ningún distintivo de la comunidad autónoma ha levantado la
polémica. El desacuerdo de muchas formaciones políticas, en
especial de los nacionalistas catalanes, es total y, como en el
caso de las proposiciones sobre parejas de hecho, el PP se ha
quedado solo en el Parlamento. Bien es verdad que la mayoría
absoluta les permite sacar adelante todo aquello que les plazca,
pero esta actitud choca frontalmente con el anuncio de Aznar en la
misma noche de la victoria electoral de un diálogo con el resto de
las formaciones políticas.
Si en su momento fue duramente criticada la actitud de los
socialistas por su aplastante «rodillo» parlamentario, y muy
especialmente desde el mismo PP, ahora parece que la tendencia de
los conservadores en esta legislatura vaya a ser la misma. Un
auténtico paso atrás que dice muy poco en favor del talante del
Gobierno central. Y es especialmente incomprensible que esto suceda
en un asunto que no tiene de por sí nada de trascendental, ni es
una cuestión de Estado, ni siquiera plantea debate ético alguno. Se
trata simplemente de un poco de sensibilidad hacia un símbolo de la
identidad de las comunidades autónomas. Aunque el presidente Aznar
dio muestras en Kosovo de no tener ninguna al desprestigiar
cualquier debate sobre un asunto de las «chapas de los coches».
De hecho, las matrículas de Alemania continúan manteniendo el
escudo de los länder (estados federados) y las de Francia, Italia y
Holanda siguen manteniendo las letras o cifras correspondientes a
sus provincias. No costaba nada atender a la petición de los
nacionalistas y de muchos ciudadanos que quieren seguir con una
matrícula en la que figure su comunidad. Es una auténtica pena.
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