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Ayer por la mañana, poco antes de las ocho, Francesc Llaneras, 70 años, pero en forma, inicio su paseo en bicicleta desde su casa en la calle Tort, de Porreres. Quedaban algo más de tres horas para que su hijo intentara alcanzar su segundo oro, cosa que al final no logró, pero que no empaña para nada su meritoria participación en Sydney 2000.

Tras despedirse de su esposa, Cecilia, que nos dijo que «pasara lo que pasara» se iba a trabajar, «pues ayer no fui», Llaneras montó en la bici «que me regaló mi hijo» y tomó el camino que le llevaría hasta la carretera de Vilafranca. «A la semana salgo tres o cuatro veces y hago entre 70 y 80 kilómetros». Sus vecinos le saludaban y le felicitaban por el logro de su hijo, en la víspera. Pese a que la familia Llaneras ya está acostumbrada a que los suyos cosechen éxitos "cuatro títulos mundiales tenía el chico", un oro en una Olimpiada, tiene, posiblemente, más valor que lo alcanzado hasta la fecha. «Al menos para mi -señaló el padre-, esa medalla tiene mucha importancia». El veterano corredor, jubilado ya de toda actividad laboral, recuerda que en sus mocedades participó en una vuelta a Mallorca, «en la que gané 5000 pesetas», pero que poco después, al participar en la vuelta a Castilla, en la que entre una cosa y otra se gastó unas 7000, «lo de ser ciclista me decepcionó».

-Eran otros tiempos, claro
-¡Y tanto que lo eran! Como que los ciclistas, cuando pinchábamos teníamos que cambiar el tubular por el que llevábamos en la espalda y luego, con la bomba, hincharlo.