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El cierre de los pequeños comercios para protestar contra las medidas liberalizadoras del Gobierno de Aznar tuvo ayer una alta incidencia en Mallorca. El pequeño comercio, sobre todo en el centro de Palma, secundó masivamente la convocatoria de Pimeco y Afedeco, apoyada por los sindicatos. Existía cierta preocupación por cuál sería la actuación de los piquetes informativos de los sindicatos, tolerados por las patronales convocantes. Hubo, ciertamente, algunos momentos de tensión, frente a la Delegación del Gobierno y en la avenida Jaume III, cuando pretendieron cerrar una gran superficie. Lo que había sido hasta entonces una actuación correctísima se descontroló por la acción de algunos exaltados. Afortunadamente, los ánimos se tranquilizaron y se respetó el derecho de los que no secundaron la huelga.

En el fondo de todo este conflicto se encuentra un profundo cambio de las costumbres y los modos de vida de los consumidores, ahora con mucha mayor movilidad que hace unos años, lo que les permite efectuar sus compras más allá de la tienda que tienen cerca de sus casas. Y, además, con exigencias de horarios más cómodos. A estos cambios tiene que dar respuesta el pequeño comercio, analizando con seriedad su papel en la sociedad del siglo que viene para ser realmente competitivo, aunque, bien es verdad, no puede hacerlo en inferioridad de condiciones.

Es necesaria una regulación y es evidente que quien mejor conoce los problemas del comercio de Balears son las autoridades autonómicas. Es el Govern quien debe estudiar a fondo la diversidad comercial de las Islas y aportar una normativa acorde con la realidad que favorezca a trabajadores, comerciantes y consumidores, pero sin caer en proteccionismos más propios de tiempos pasados.