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El tango es de todo menos alegre. Sus temas tratan de la soledad y la desesperación, de los celos y la nostalgia. El famoso baile del mismo nombre es una demostración del pavoneo machista latino: apasionado, erótico y ostentoso. Está vinculado con el pasado argentino, que afirma que «el tango es un reflejo del carácter nacional». Su nacimiento estuvo unido a la mezcla de distintas melodías nacionales aportadas por los emigrantes y a la atmósfera de los burdeles de los barrios obreros de Buenos Aires.

Hubo que esperar hasta 1917, a que Carlos Gardel grabara el tango «Mi noche triste», para que esta música se convirtiera, de la noche a la mañana, en universal. Por eso, un día cualquiera de octubre quien llegue a la Plaça Major hacia el mediodía se sorprenderá de encontrarla convertida en una réplica de la plaza Dorrego de Buenos Aires, con parejas de tanguistas bailando apasionados sobre el adoquinado, pero no dejará de reconocer la melodía.

¿Cómo han llegado ahí, al corazón de Palma, los tanguistas? La Milonga, una academia de baile de Bremen (Alemania) tiene la culpa. Desde que en 1991 sus dos profesores de tango, Gerrit Schüler y Michael Domke, iniciasen su trabajo en común han ofertado una serie interminable de viajes en los que a parte de visitar lugares turísticos y/o exóticos, todo gira en torno al tango. En el increíble programa que aparece en la página web de la academia se puede elegir entre un crucero por el Mediterráneo con 300 pasajeros, una semana en un castillo alemán, tres semanas en Creta, una semana en Suiza y un mes en Mallorca, «nuestro clásico» según la misma página web. ¡Ay, si Carlitos Gardel levantara la cabeza!