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Tumbas repletas de flores en recuerdo de los que ya no están
Sin ánimo de menoscabar a nadie, pienso que la etnia gitana en general es la que profesa mayor culto a los muertos, sobre todo culto externo en forma de ornamentación de tumbas. Tal vez de ello me di cuenta hace años, cuando periódicamente acudía al Campo Santo palmesano a saludar a Quinini "¿le recuerda?" quien a diario visitaba la tumba de su esposa, repleta de flores. Pues bien, ayer, día de Todos los Santos, a media mañana, recorriendo el cementerio con el alcalde y séquito, me llamaron la atención dos monumentos mortuorios, sobre todo por los numerosos ramos de flores que tenían, ambos perteneciente a familias gitanas, la de Los hijos de la Chata y el Ñico y la de Peret, como pudimos leer en su frontispicio. En la primera, sentados en la puerta, había algunos miembros de la familia. Observé que uno de ellos mataba el tiempo leyendo un episodio de Marcial Lafuente Estefanía. Se puede decir que en el panteón del matrimonio no cabía una flor más, hasta el punto de que las fotos de ambos apenas se veían, semiperdidas entre los ramos. Incluso la estrecha escalera de mármol que conduce a la zona de nichos tenía ramos en cada uno de sus escalones.