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Cuando estamos hablando del bienestar, del desarrollo y de la calidad de vida de toda una comunidad autónoma "es decir, de sus ciudadanos", está claro que nada ni nadie debe interponerse y mucho menos por razones meramente políticas. Y parece que esto es lo que está ocurriendo con las relaciones entre las autoridades del Gobierno central y las del Govern balear.

En las últimas semanas hemos tenido oportunidad de asistir a situaciones cuando menos comprometidas que ponen en evidencia las pésimas relaciones "ni siquiera se respetan los mínimos que establece la buena educación" entre Madrid y el Consolat de la Mar. Esta misma semana el president Antich realizó una visita sorpresa a las obras del nuevo hospital de Palma para desquitarse del feo gesto que tuvieron las autoridades nacionales días antes, al hacer la misma visita sin invitar al presidente de la Comunitat.

Parecen olvidar en Madrid que el hospital será algún día competencia balear y, en consecuencia, es inadmisible que no se cuente con las autoridades autonómicas en visitas como ésta, aunque sean más de cara a la galería que de verdadero fondo político.

Con la cuestión de las desaladoras "con el ministro mallorquín por medio" y la financiación de las carreteras, ocurre otro tanto de lo mismo. No consiguen ponerse de acuerdo e incluso las reuniones entre técnicos acaban como el rosario de la aurora. En fin, que más les valdría ponerse a trabajar, aportar soluciones a los muchos problemas que todavía existen aquí y dejar de lado estas actitudes un tanto infantiles.

Ante tales despropósitos, que demuestran falta de madurez política, los ciudadanos se sienten indignados y hacen responsables de esta absurda situación a las dos partes del conflicto. Antich y Matas se están jugando su futuro en las urnas si se empeñan en seguir por este camino en el que los grandes perjudicados son los mallorquines.