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El lunes por la noche José María Rodríguez, regidor de Infraestructuras del Ajuntament de Palma, visitaba el cine Diorama, en Establiments, el local del cual se ha adquirido para hacer, en principio, un centro sociocultural en esta barriada. Junto al regidor entraron en el local numerosos vecinos de la zona ansiosos por revivir una época que ya no volverá, barrida por la televisión, el coche y el vídeo.

Corría el año 1944 cuando este establecimiento abrió con la intención de ser cine de barrio. Era una época en la que era normal que todas las zonas de Palma tuvieran su cinematógrafo (el Iris, en el Vivero; Can Moreno, en Gènova; el Apol·lo, en Son Sardina, o el Rex, en El Molinar, por poner sólo algunos ejemplos).

Uno de sus primeros propietarios fue Antonio Riera, que explotó el cine de manera familiar. Sus hijos, Joan y Jaume, han decidido ahora venderlo al Ajuntament. Antoni Riera hijo recordaba ayer que «el cine funcionaba a tope. A veces teníamos que sacar al pasillo las sillas guardadas en un almacén porque todo el mundo quería ver la película que se estrenaba. La verdad es que era muy divertido. Por Navidad y Fin de Año el cine se convertía en un salón de baile en el que actuaba la Orquestra Bolero».

Antoni también tenía muy presente que el suyo era un cine familiar: «Toda la familia trabajaba allí. Hacíamos de taquilleros, acomodadores, proyectores y también atendíamos el bar». Para dar testimonio del cambio de mentalidad, Antoni también tiene en la memoria que cuando aparecía una pareja besándose en la pantalla, el patio de butacas empezaba a silbar: «Eran, evidentemente, otros tiempos».