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ANA PÉREZ «Franco ha muerto». Bajo este directo titular, realizaba en su editorial del 20 de noviembre de 1975 un primer análisis de lo que la figura del anterior jefe del Estado había supuesto en la vida de la mayoría de los españoles. «Un pálpito extraño, desconocido, recorre el espíritu de muchos millones de españoles; todos aquellos millones de españoles que, durante toda su vida, no han conocido otro mandato que el de Franco. Y son mayoría. Para ellos, para todos estos españoles que han nacido bajo la era de Franco y que han vivido inmersos en una etapa irrepetible de la historia precisamente con Franco, el trauma es detonante. Porque Franco ha sido más que un líder político, más que un general afortunado. Para todos los que no han conocido otra figura histórica similar, Franco ha sido una vivencia».

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Pero el editorial de ese día apuntaba también hacia un nuevo camino que, a partir de ese momento, se abría ante todos nosotros: «Y hay un pueblo que sigue viviendo. Hay un pueblo español que pervive. Y pervivirá por mucho tiempo, por duros que sean los trabajos que deba sufrir. Franco ha muerto. Los pueblos españoles, no. Fe y esperanza para los que seguimos viviendo».

«Un puesto en Europa» era el titular del editorial del día siguiente, 21 de noviembre. En él, nuestro diario se hacía eco del ambiente de tranquilidad en el que transcurrieron las primeras horas tras la muerte de Franco y del importante reto que debíamos afrontar los españoles para conquistar nuestro lugar en Europa: «Calma, serenidad... en este su primer día sin Franco en los últimos cuarenta años. Queda, a partir de ahora, una ingente tarea por desarrollar. España ya no es aquel país subdesarrollado, maltrecho y sin vocación de grandes existencias».