Se presumía una noche especial, pero la tradicional cena anual del
Fomento del Turismo de Mallorca se convirtió en un cruce de
miradas, mensajes subliminales, actitudes inconformistas y la
sensación, por no decir la constatación más palpable, que hay un
abismo cuántico entre el Govern y gran parte del sector turístico
balear, cuando de lo que se trataba era de festejar unos premios a
personas muy especiales y no aprovechar el evento para entrar en un
rifirrafe político y de examen de la gestión del Govern que preside
Francesc Antich.
La cena del Fomento, con el paso de los años, se ha convertido
en el único acto social del sector turístico mallorquín y balear,
de ahí que salvo ausencias justificadas e injustificadas, esta
reunión a manteles sirve de nexo de unión entre el mundo político y
la clase empresarial turística. La edición de este año, la 95, se
esperaba con cierta expectación, en concreto por todos los
acontecimientos que han acaecido a lo largo de los últimos doce
meses con motivo de la ecotasa y las peculiares relaciones
existentes entre la Federación Hotelera de Mallorca y el conseller
de Turisme, Celestí Alomar.
El inicio del acto no dio a entender lo que luego iba a ocurrir
en el interior de la Escola d'Hoteleria del Govern en la UIB, dado
que la llegada de Antich transcurrió en un clima de diálogo y de
sensación de tranquilidad por ver que el president había optado al
final por acudir, pese a comunicar el día anterior al Fomento que
delegaba en el conseller Alomar. Esto propició que la presidenta
del CIM, Maria Antònia Munar, quisiera presidir el acto, pero el
cambio de decisión de Antich zanjó cualquier tipo de problema
protocolorario, aunque ello motivó que Munar excusara su
presencia...
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