Hay un viejo refrán que dice que debe haber un tiempo para cada
cosa y cada cosa, a su tiempo, y sin duda es una buena pauta para
regirse en esta vida. Algo que deben desconocer los organizadores
de la cena anual del Fomento de Turismo, celebrada para entregar
los premios que la institución concede a destacadas personalidades
del mundo del turismo, y que acabó convirtiéndose en un foro de
ataque verbal al Govern.
En el momento de los discursos, el presidente de la entidad,
Miquel Vicenç, arremetió con dureza contra la política turística
del Ejecutivo autonómico, con referencias a la ecotasa y a la
gestión de las carreteras de la Isla. Sus argumentos pueden ser
netamente válidos y defendibles, pero sin duda una reunión social,
festiva, no es el entorno adecuado para discutirlos. Y menos cuando
el presidente asiste en calidad de invitado de honor. Rompiendo
toda cortesía institucional, las palabras de Vicenç fueron
clamorosamente aplaudidas por los representantes del sector, que
enviaron de esta forma un mensaje más que claro al president, que
se vio obligado a responder diciendo que la tarea de diseñar y
ejecutar la política turística corresponde al Govern. Su
intervención fue acogida con frialdad, lo que viene a enturbiar aún
más las gélidas relaciones entre hoteleros y Govern.
La directiva del Fomento se equivocó gravemente al convertir en
un mitín lo que tenía que ser una fiesta y un homenaje. Y se
equivoca al pretender actuar como una patronal. No es el papel que
le corresponde asumir. El Fomento debe hacer honor a su nombre y a
su historia. Debe ser un lugar de encuentro de la sociedad
mallorquina, abierto a todas las sensibilidades, para reflexionar
sobre la Mallorca que queremos, pero nunca una plataforma al
servicio exclusivo de los hoteleros.
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