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La afirmación de que el «español nunca ha sido una lengua de imposición» pronunciada por el rey Juan Carlos en su discurso durante el acto de entrega del premio Cervantes ha levantado una enorme polémica y no es para menos. Algún funcionario escasamente informado y con una visión claramente centralista coló en la disertación del Monarca una aseveración que es rotundamente equívoca. Pero lo que más duele es que los partidos mayoritarios del Estado, el Partido Popular, ahora en el Gobierno, y el PSOE, el de mayor representación en la oposición, ratificaran estas palabras en un intento de justificación que pone bien a las claras cuál es su visión de España.

Los dos partidos, PP y PSOE, lejos de poner de relieve la enriquecedora pluralidad del país y la necesidad de potenciar las lenguas que han sido menospreciadas cuando no despreciadas y relegadas al olvido por parte de Madrid y de sus sucesivos responsables políticos, se empecinan en una defensa de una lengua española absolutamente fuera de lugar, por cuanto su expansión es un hecho contrastable.

Por contra, el resto de las lenguas autonómicas, catalán, gallego o euskera sí que precisan del apoyo de las instituciones y del Gobierno de la Nación. En Madrid deberían tener en cuenta que todas ellas son parte de nuestro patrimonio cultural y que, realmente, han sufrido las consecuencias de una imposición durante importantes períodos de la historia.

Precisamente por ello es por lo que estas lenguas requieren de una mayor presencia en todos los ámbitos. Para quienes nos expresamos en alguna de ellas, lógicamente, resulta muy doloroso que se olvide el sufrimiento de quienes en el pasado fueron obligados a silenciarlas.