Pocos días después de que una joven turista muriera en el PAC de
Santa Ponça tras sufrir una rocambolesca serie de errores "una
tardanza incomprensible en la llegada de una ambulancia y que
durante demasiados minutos nadie abriera la puerta del centro
sanitario", ahora otra mujer denuncia que su padre murió a pocos
pasos del PAC de s'Arenal de Palma sin que consiguiera que le
abrieran la puerta, a pesar de insistir durante un cuarto de hora.
El drama de estas familias da pie a analizar una situación
intolerable en una sociedad como la nuestra y que quizá podría
evitarse sólo con mejorar algunos aspectos de la atención
sanitaria.
Son demasiadas las quejas y denuncias por un trato inadecuado en
los servicios médicos públicos, especialmente cuando se trata de
urgencias y, como se ha visto, las consecuencias pueden ser
fatales. Si los PAC son Puntos de Atención Continuada con médico y
enfermera de guardia durante 24 horas, lo mínimo que se puede
exigir es que a un enfermo se le atienda, sea la hora que sea.
No se comprende que la puerta de un centro médico permanezca
cerrada y menos aún que no haya allí un empleado atento y rápido
que se encargue de derivar los pacientes al médico.
Quizá el Insalud aluda a la cortedad de sus presupuestos para
justificar la ausencia de celadores en cada PAC, pero nunca la
escasez de recursos dinerarios puede acabar en muertes por falta de
atención. Y lo mismo puede decirse de la situación laboral que
sufren muchos de los médicos que atienden allí: la mayoría son
interinos, las guardias no son voluntarias y sus salarios dejan
mucho que desear. Tal vez ese cóctel de circunstancias "ninguna por
sí sola justifica una muerte" hayan provocado situaciones como la
que conocimos ayer. Algo impensable en un país moderno cuya
cotización a la Seguridad Social crece día a día.
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