Carlos Roa se ejercita cada mañana, en solitario, en el Mega Sport.
Trata de recuperarse, y a fe que lo está logrando, de la operación
que sufrió meses atrás por una grave lesión que tuvo en el cuarto
partido de liga que le ha supuesto pasarla en blanco. Llega cada
mañana a las 8.15 horas, toma una pesa de no mucho peso y se pone a
trabajar.
Lo suyo fue mala suerte. Tras un año de inactividad por haber
colgado las botas voluntariamente para dedicarse al cuidado de las
almas de los hombres, allá en su Argentina natal, después de no
pocos esfuerzos, y antes de reincorporarse al Mallorca, tuvo que
rebajar el exceso de peso. «Hice la campaña de entrenamiento con
los demás compañeros muy bien e inicié la Liga en plenas
condiciones, tanto que empecé jugando de titular hasta que la
lesión me dejó fuera del campeonato». Roa, como buen nacido, es
agradecido. Agradece la confiaza que depositó Luis desde el primer
momento en él, pues habiendo sido el último en llegar en ese nuevo
período, pensó en él para titular de la portería. «El míster es un
hombre que defiende siempre al jugador, y... bueno, pues que confió
en mí y... pues que uno no tiene palabras de agradecimiento para
él».
En lo que se refiere al campeonato que termina, Roa piensa que
comenzó un poco mal, «pero a medida que pasaban las fechas, los
jugadores amarraron bien lo que quería el míster y el equipo se fue
hacia arriba».
"El que te hayas lesionado, ¿no será que Dios te quiere
más en lo de antes que en el campo? "Ésa es una buena
pregunta. Puede ser.
"Cuando cuelgues las botas, ¿te ves de pastor de
almas? "No, eso no. Seguiré por mi cuenta tratando de
llevar un camino bien ordenado.
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