Sin duda, no era ayer el día más adecuado para intentar batir un
nuevo récord de pasajeros en Son Sant Joan. Más bien, parecía un
día pensado para poder vivir la aventura. La aventura de encontrar
un taxi libre, se entiende. Pasar unas vacaciones en Mallorca está
empezando a convertirse, en estos últimos veranos, en algo alejado
de la rutina, gracias a las habituales huelgas veraniegas, tan
tradicionales ya como los turrones en Navidad o los confites en
Pascua. Algunos de los turistas que ayer empezaron su descanso en
Mallorca bromeaban acerca de si cada verano «ocurre algún problema
inesperado» en la Isla. La mayoría de ellos ya sabía, antes de
llegar aquí, que ningún autocar iría a recogerles.
El aspecto que presentaba Son Sant Joan por la mañana no era muy
diferente del que podría encontrarse cerca de un estadio de fútbol
horas antes de un concierto de Michael Jackson: gente sentada en el
suelo, o durmiendo en colchonetas, o esperando de pie, o paseando
impaciente. El solarium, normalmente lleno, se encontraba medio
vacío. Muchos turistas preferían tomar el sol mientras esperaban
que un taxi acudiera a recogerles. Este vehículo era ayer más
codiciado que un taxi en Manhattan el día de «Acción de Gracias».
Dave y su familia, de Manchester, dijeron que volverían el próximo
año, «pese a todo». Richard, con sus dos hijitos en brazos,
comentó, tranquilo, «hemos esperado una hora. Podría ser peor».
Algunos niños jugaban, con entusiasmo, con varias videoconsolas
instaladas en la planta de salidas. El kiosco de prensa y los bares
que hay en la misma planta se encontraban llenos de gente. Días
como el de ayer ayudan a fomentar, entre quienes nos visitan, el
placer por la lectura o por una siesta después de la comida. Los
libros más leídos ayer en el aeropuerto eran las novelas de intriga
y suspense. Comprensible. Algunos turistas probaban suerte con las
cartas. Tal vez ahora podría sonreírles el azar. En un mostrador de
facturación un empleado comentaba: «Hay colas, pero los vuelos van
saliendo. Podría ser peor». Pero no sólo había colas en los
mostradores. También las había, y esto era más preocupante, en los
espacios dedicados a la higiene personal.
James y sus amigos Tom, Robert y Tim venían de Inglaterra y
esperaban pacientes en la cola del taxi, de medio kilómetro de
longitud. «El año que viene volveremos... si no hay huelgas,
claro». Madeleine y Wenda señalaban resignadas: «Bueno, en Gran
Bretaña también hay huelgas». Varios jóvenes habían traído sus
propias bicicletas desde Inglaterra y pensaban llegar con ellas
hasta su hotel... ¡en Santa Ponça! «Espero que cuando terminemos
las vacaciones no tengamos que volver al aeropuerto también en
bicicleta», señaló Nick.
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