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Este verano ha sido y está siendo uno de los más duros de todos los tiempos, en cuanto a calor se refiere. Las elevadas temperaturas de algunas jornadas han propiciado la desesperación de muchos de los mortales que habitan la Isla. Ir al trabajo se convierte en una auténtica odisea cuando el sol asfixiante y abrasador acompaña. Una situación que muchos de los trabajadores calmamos con el siempre refrescante aire acondicionado. Pero existen otros empleados, no tan privilegiados, que padecen todavía más si cabe el sofoco estival.

Los obreros, esos currantes de piñón fijo, aguantan como auténticos héroes días calurosos donde los haya, que se acentúan todavía más por el esfuerzo laboral. Además, si se tiene en cuenta la gran cantidad de obras que se están llevando a cabo sólo en Palma durante este estío, el número de sufridores se incrementa considerablemente.

Muchos de ellos provienen de zonas bastante cálidas, por lo que están habituados a estas temperaturas y las aguantan mejor que algunos de sus compañeros. Es el caso de Francisco Campos, natural de Cádiz, que, a pesar de llevar sólo un año en el mundo de la construcción "antes era masajista", reconoce haberse adaptado muy rápido a estas condiciones un tanto infrahumanas. Debido a su piel morena siempre trabaja con la camiseta puesta, «porque de esta forma evito el excesivo calentamiento corporal», comenta.

La gran mayoría de estos obreros ejercen sus funciones embutidos en una camiseta y en ocasiones en una sudadera, porque, aparte de cobijarse del sol, no se rasgan el cuerpo con los materiales pesados que diariamente deben manejar. Todos coinciden en señalar que las peores horas son las sucesivas a la comida. Su horario sólo les concede una hora para comer, por lo que al regresar al trabajo la pesadez se adueña de ellos.