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Desgraciadamente, los atascos en las carreteras mallorquinas durante el verano no constituyen ninguna novedad. Pero en los últimos años un lugar muy concreto de nuestra red viaria, desde el final de la autopista de Inca hacia Alcúdia, padece constantes colapsos de circulación sin que lleguen a adoptarse de una vez por todas las medidas oportunas. Ingenuamente se pensó "incluso algún político llegó a decirlo muy solemnemente" que la reapertura del ferrocarril hasta sa Pobla contribuiría decisivamente a remediar la situación.

Un error de cálculo, como estamos comprobando, por dos razones básicas. En primer lugar porque no es el tránsito en dirección a sa Pobla el mayoritariamente causante del problema, sino el que fluye hacia la costa de Pollença, Alcúdia y Muro. Y también porque no es el usuario habitual del tren, que básicamente no dispone de vehículo, el que atiborra las carreteras. La cuestión es otra.

Inca está pidiendo a gritos una vía de circunvalación, de la que mucho se habla pero nada en concreto se sabe. Ello, unido a una ampliación de algunos tramos de la carretera de Alcúdia, paliaría en buena medida la congestión que hoy se sufre. A la sociedad mallorquina lo que realmente le importa es que se cuente con una vía desdoblada que garantice la seguridad y la fluidez del tráfico. Si el nombre técnico es autovía u otro más políticamente correcto "desde el punto de vista del Pacte", es algo totalmente secundario. Hubiera sido suficiente con hacer las cosas un poco mejor.

Por circunscribirnos al problema que nos ocupa, pensemos en la diferencia que existe entre la relativa fluidez con la que circula el tráfico entre la rotonda de Sineu y la de Llubí, tramo en el que existe un doble carril, y la desesperante lentitud con la que lo hace entre la rotonda de Sencelles y la de Sineu, en donde se cuenta con un solo carril en el que inevitablemente se yugula el tránsito, convirtiendo lo que debiera ser un vulgar paseo en un pesado «viaje».