Nadie podía adivinar las nefastas consecuencias que los
atentados del 11 de septiembre tendrían para nosotros, los
ciudadanos de unas islas que empiezan a ver cómo sus posibilidades
de disponer de un transporte aéreo normal se diluyen en un mar de
problemas. La primera víctima de esta situación ha sido Air Europa
Express, la división de Air Europa que se encargaba de enlazar las
islas entre sí y que acaba de suspender todos sus vuelos con
aviones turbohélices para poner en marcha un expediente de
regulación de empleo que exigirá el sacrificio de parte de su
plantilla fija.
Después de años de bonanza en el sector de las compañías aéreas
radicadas en Balears, se abre de nuevo el capítulo de las crisis.
Ojalá que en esta ocasión se tomen las medidas oportunas para
evitar situaciones muy delicadas tanto para la empresas como para
la totalidad de los trabajadores.
El Govern, por su parte, se ha pronunciado rápidamente y ha
anunciado que reclamará la gestión autonómica de los aeropuertos de
las Islas, al entender que los miles de millones de beneficio que
estos organismos generan podrían reinvertirse en solucionar los
problemas que estamos viviendo. Y añade que exigirá las
competencias del tráfico aéreo interinsular, ante la negativa de
Madrid de dar luz verde a la declaración de interés público que
garantizaría un servicio eficiente.
Podría ser ésta la solución ideal, pero dadas las actuales
circunstancias políticas, mucho nos tememos que sea simplemente
añadir más tensión a las difíciles relaciones con el Gobierno
central, que volverá a decir que no a una petición de Balears.
Debemos avanzar por el camino del autogobierno, pero a muy corto
plazo hay problemas que requieren soluciones urgentes que sólo
podrán surgir de acuerdos con la Administración central. Sin
renunciar a nada, hay que alcanzar pactos que beneficien a
Balears.
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