El equipo consta de máscara con filtro, sistema de fonía, de aspiración y de ingestión de líquidos, y un traje hermético. Foto: SEBASTIÀ AMENGUAL

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La amenaza que supone la existencia de armas NBQ (nuclear, bacteriológica y química) en poder no sólo de las grandes potencias, sino también de países del tercer mundo, pese a las gestiones para su control, determina la necesidad de un entrenamiento constante por parte de las Fuerzas Armadas.

Así quedó demostrado ayer en los terrenos de la base General Asensio, donde unidades de la Comandancia General escenificaron un simulacro de colocación del equipo de protección individual, bajo la dirección del comandante Pandelo, quien explicó la función de sus componentes: una máscara y un traje diseñados para sobrevivir en un ambiente hostil.

La máscara, indicó el militar, dispone de filtro recambiable; un sistema de fonía, de aspiración de aire y de ingestión de líquidos. El traje consta de chaqueta, pantalón de dos capas y cubrebotas, que se complementan con dos pares de guantes. Una vez puestos todos los elementos en un equilibrio necesario de cuidado y rapidez, se representó un avance de escuadra de mortero con apoyo de dos binomios. «Debe respetarse un orden prefijado en la colocación del equipo para no dejar ninguna abertura y al quitarlo no debe tocarse el uniforme, para evitar cualquier contaminación», puntualizó el comandante.

La demostración, en un alarde de puesta al día con los últimos acontecimientos internacionales, concluyó con la recogida a cargo de dos miembros de las Fuerzas Armadas de un sobre supuestamente contaminado, que se depositó en dos bolsas de plástico en las que se intentó eliminar el aire y que fueron depositadas ciudadosamente en un maletín para distancias cortas. En sus tapas se colocaron pegatinas de advertencia de riesgo biológico, de camino al laboratorio. Pero la protección civil NBQ corresponde a la Policía Nacional y Guardia Civil y en tercera instancia al Ejército.