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Me llamó ayer a mediodía. «El domingo me comprometo en matrimonio en Berlín». La voz de Hasso sonaba ronca a través del auricular. «Ven a verme y te la presentaré», añadió.

A la hora nos encontrábamos los tres en su casa de Esporles, mirando al mar. La verdad es que Hasso, además de dinero, tiene buen gusto con las mujeres. Porque, anden, échenle un vistazo a Peggy, pues así se llama la nena. Natural de un pueblecito de la ex Alemania del Este, Zeitz, donde nació hace 23 años, frente a los 76 que tiene él, lo que demuestra que el amor no tiene fronteras, puesto que Hasso, una y otra vez, insiste en que se ha «enamorado de mí», y ante mi sonrisa incrédula, añade: «De verdad, está enamorada», Hasso deja de escribir algo sobre un papel y me mira. Fue una de las cien chicas que se presentaron al concurso que hizo buscando una mujer menor de 30 años. «Tras tres meses de convivir conmigo, el cariño incial que me profesaba se ha traducido en amor», afirma.

Pues ya está todo listo para el domingo. «Será en Berlín "Hasso toma la mano izquierda de su amada y me muestra la sortija que lleva en su dedo anular". Es la de compromiso "ahora muestra la que lleva él en el suyo". Es de brillantes, han costado cuatro millones de pesetas cada una. El domingo, una vez celebrada la ceremonia de compromiso, nos las pasaremos a la mano derecha. Es la costumbre».

Le preguntamos, lógicamente, para cuándo la boda. «Para cuando tenga el divorcio de mi anterior matrimonio, el quinto, que será muy pronto. Me lo concederán en Andorra.