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El pasado jueves los distintos medios de comunicación informaban de que Cort había concedido la licencia de derribo de los edificios de sa Gerreria afectados por el proceso expropiatorio previsto en la zona. Durante años, la mayor parte de sa Gerreria fue conocida popularmente con otro nombre, con el calificativo de barrio chino, pero no porque en él estuviese ubicado un grupo importante de población inmigrante procedente del país asiático o porque hubiese diversos restaurantes en los que poder degustar exquisitos «rollitos de primavera» o suculentos arroces «tres delicias».

La mayoría de locales que estaban ubicados en el corazón del barrio chino eran denominados, de forma eufemística, «bar» o «cabaret». Se trataba de locales mal iluminados y peor decorados, provistos en muchos casos de habitaciones en las que coincidían las mujeres de «mala vida» y los chicos «calaveras». En los años sesenta y setenta había también en la zona numerosos comerciantes y residentes que llevaban una vida totalmente ajena a esos locales y semejante a la que podía tener lugar en cualquier otro punto de la ciudad. Sólo al caer la noche, toda la zona adquiría, en especial en las noches brumosas del invierno, un aspecto fantasmagórico. Broncas, calles con escaso alumbrado, música a gran volumen, soledad y alguien de pie, en una esquina, esperando a un posible cliente.

Pasaron los años y el aspecto fantasmagórico entró a formar parte del barrio tanto de día como de noche. Casas abandonadas, negocios cerrados, muertes por sobredosis o por el sida, edificios en ruinas, tráfico de drogas... Dentro de unos años, todo eso será ya sólo un borroso recuerdo. Pero sería hermoso no olvidar nunca a todas las personas buenas que también vivieron allí. Personas a las que casi nadie ayudó cuando más lo necesitaron.