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Días como el de ayer confirman "ya sabemos que por enésima vez" que vivir en Mallorca es un lujo. Nos centramos: 8 de diciembre y pleno invierno. Pero, fresquito en el cuerpo regado con un sol deslumbrante y propicio para aprovechar la festividad para pasear. Ya sea en las dos acepciones más comunes: ir andando por distracción o por ejercicio. Y no perdemos oportunidad, en cuanto sale «Lorenzo», todos a pasear, porque mientras éste no salga de casa, los mallorquines, tampoco. Incluso las playas recibieron paseantes; de todo tipo: románticos, familiares, deportistas, domingueros, literatos, aburridos, dormilones...

Allí estaban el Parc de la Mar, el Passeig Marítim, Es Born, o cualquier paseo de la Isla, infectos de transeúntes ávidos de la luz, calor e influjo de los rayos que emana esa estrella luminosa que es centro de nuestro sistema planetario. Un Sol que nos alegra habitualmente, siempre y cuando no se exceda. Porque, posiblemente, el mejor sol de Mallorca es el sol de diciembre. Sobre todo si aparece. Y no hay prisa, si algo nos sobra aquí es el sol, y del bueno. Pasear es una delicia.