Por tercer año consecutivo, la ONCE, con motivo de la festividad de su patrona, Santa Lucía "y a fin de no coincidir, el próximo domingo, con la tradicional carrera del pavo", organizó la subida cicloturista al Castell de Bellver con salida desde su sede central, en la calle de Manacor, donde tuvo lugar una pequeña fiesta culminada con una torrada, sin duda la novedad de este año.
Si en la vez anterior la organización quedó, en cierto modo, un tanto decepcionada al comprobar la menguada participación, en ésta, según nos comentó Tolo Güell, que un año más, al frente de su grupo, colaboró muy directamente en la citada marcha, el número de participantes alcanzó la cifra de trescientos, aproximadamente. Entre ellos había corredores que eran invidentes y otros que no; mayores, jóvenes, críos, alguna que otra dama, que a las once y media de la mañana en punto, cuando el cielo acababa de encapotarse de un tono gris y sobre los parabrisas de los coches empezaban a estrellarse diminutas gotas de agua, comenzaron a pedalear, sin prisas, pues no se trataba de hacer una carrera sino de darse un paseo en bici hasta lo más alto de la colina de Bellver.
Poco antes de la salida, y a medida que iban llegando los participantes, pasaban por el control, donde recibían el dorsal y una camiseta de color amarillo "la de la ONCE", que la mayoría se puso. En cabeza se situaron los invidentes a lomos de los tándems, algunos con más experiencia que otros, pues cada sábado "nos explicó uno de los invidentes inexpertos" suelen salir a recorrer unos cuantos kilómetros, y eso los mantiene en buena forma.
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